Anoche, la justicia fue justa, ciega y sin manga ancha. Anoche, jueces y leguleyos se ganaron, no el pan sino, la confianza. Anoche, anoche soñé.
Condenar a los banqueros inmorales a contar tulipanes
en los campos de Holanda.
Treinta años y un día.
Después desinfectar los bancos con la leche
de un millón de madres que amamantan.
Y con rosas.
Condenar a los economistas a realizar las estadísticas necesarias
y estudiar las acciones a emprender para incrementar el P.I.B
de las sonrisas de los niños.
Hasta que logren un incremento mínimo del 20%.
Condenar a los capitalistas salvajes de los Consejos de Administración
de la industria farmacéutica multinacional
a investigar y fabricar una vacuna contra la avaricia.
Condenamos a que se les inocule a ellos mismos
anualmente hasta su fallecimiento.
Condenar al destierro, a los “aliertas”,
sus secuaces y demás delincuentes sociales,
a las pobres aldeas del África profunda y a repartir sus “bonus”
para construir pozos y fuentes.
La condena durara hasta que el agua llegue a las aldeas de todo el continente.
Condenar a todos los neocons a ser golpeados con versos de Neruda.
Hasta hacerlos sangrar solidaridad.
Condenar a todos los Ministros de Hacienda a montarse en columpios
en los parques con los niños pobres.
A limpiarles el culo y los mocos y a darles la merienda.
Duración de la condena: hasta que cesen en el cargo. Más dos años después.
Condenar a todos los concejales corruptos
a ser conducidos ante el juez Calatayud,
para que los condene de por vida a limpiar hospitales de niños con leucemia.
Condenar a todos los políticos electos a escribir todos los días mil veces:
“Soy el servidor de los ciudadanos…”.”Soy el servidor de los ciudadanos…”.
Durante todo el tiempo que dure su vida política.
Condenar a todos los diputados a viajar en Metro.Y a comer el menú del día.
La condena durará lo que dure su mandato.
Condenar a los “ramoncines” y demás ignorantes tertulianos
a construir colegios en las perdidas aldeas de las montañas del Tíbet.
Y a meditar con los lamas hasta que aprendan el valor del silencio.
Condenar a los llamados “periodistas de la prensa del corazón”
a reflexionar sobre sus propias vidas.
A perpetuidad.
El lobito bueno
Paco Ibañez
Paco Ibañez
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