Hoy, 11-11-11, día de millones de esperanzas puestas en que la diosa Fortuna atienda nuestras suplicas y nos alivie la maldita crisis.
Aunque yo me cuidaría muy mucho de implorar a los dioses pues puede ser que escuchen tus oraciones entonces tus deseos, anhelos o ruegos puede que te sean concedidos y visto como son de caprichosos y los modos que se gastan con los pobres humanos...
Si no que se lo pregunten al pobre de Orfeo, en fin, ¡Allá tú!
Corot - Orfeo y Eurídice
Che faro senza Euridice?
"Orfeo ed Euridice"
C.W. Gluck's
Jennifer Larmore
He perdido a mi Eurídice,
nada iguala mi desgracia;
¡Cruel destino! ¡Qué fatal severidad!
Nada iguala mi desgracia;
¡No puedo soportar mi dolor!
Eurídice, Eurídice
responde, ¡qué suplicio!
¡Respóndeme!
Soy tu fiel esposo;
escuchas mi voz que te llama.
He perdido a mi Eurídice, etc.
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Silencio mortal! ¡Vana esperanza!
¡Qué sufrimiento!
¡Qué tormento desgarra mi corazón!
He perdido a mi Eurídice, etc.
Ilustración de la primera edición de la partitura original de Viena (publicada en París, 1764)
Orfeo tanto lloró, se lamentó e imploró que los dioses escucharon sus lamentos y le concedieron su deseo, pudo ir al Averno en busca su amada pero con la condición de que una vez encuentre a Eurídice, debe tener en cuenta que para efectuar felizmente su rescate no puede en ningún caso volver la vista atrás para contemplarla, hasta que hayan atravesado las aguas pestilentes de la laguna Estigia; de no hacerlo así, su prometida moriría irremisiblemente.
Tras rescatarla, no sin varios avatares y cuando caminaban devuelta al mundo de los vivos, en el interior de un espeso bosque. Orfeo, que ha soltado por un instante la mano de su prometida, continúa avanzando en su camino sin detenerse y llamando a Eurídice para que le siga, pues sabe que las pantanosas aguas de la fatídica laguna no están lejos y no quiere perder tiempo en atravesarlas y alejarse de una vez de aquellos parajes de maldición. Mas la intrigada doncella, que continúa sin comprender el porqué de aquel extraño comportamiento, está celosa por lo que juzga desdén en la aparente indiferencia de su amado (Che fiero momento).
Deteniéndose de pronto, se niega a dar un paso más si éste no la mira y le jura que la quiere, pues es preferible regresar a donde estaba que retornar al mundo de los vivos sin poseer su cariño. Orfeo trata en vano de resistir a este amoroso llamamiento. Olvidando la prohibición de los dioses y no obedeciendo más que al impulso de su corazón de enamorado, se vuelve repentinamente y estrecha a Eurídice entre sus brazos. Inmediatamente la bella muchacha desfallece sin vida y el desgraciado arpista torna de nuevo a los llantos y lamentaciones:
Tras rescatarla, no sin varios avatares y cuando caminaban devuelta al mundo de los vivos, en el interior de un espeso bosque. Orfeo, que ha soltado por un instante la mano de su prometida, continúa avanzando en su camino sin detenerse y llamando a Eurídice para que le siga, pues sabe que las pantanosas aguas de la fatídica laguna no están lejos y no quiere perder tiempo en atravesarlas y alejarse de una vez de aquellos parajes de maldición. Mas la intrigada doncella, que continúa sin comprender el porqué de aquel extraño comportamiento, está celosa por lo que juzga desdén en la aparente indiferencia de su amado (Che fiero momento).
Deteniéndose de pronto, se niega a dar un paso más si éste no la mira y le jura que la quiere, pues es preferible regresar a donde estaba que retornar al mundo de los vivos sin poseer su cariño. Orfeo trata en vano de resistir a este amoroso llamamiento. Olvidando la prohibición de los dioses y no obedeciendo más que al impulso de su corazón de enamorado, se vuelve repentinamente y estrecha a Eurídice entre sus brazos. Inmediatamente la bella muchacha desfallece sin vida y el desgraciado arpista torna de nuevo a los llantos y lamentaciones:
¿Qué puedo hacer sin Eurídice?
¿A dónde ir sin mi amor?
¿Qué puedo hacer? ¿A dónde ir?
¿Qué puedo hacer sin mi amor?
¿A dónde ir sin mi amor?
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Oh dios! ¡Contéstame! ¡Contéstame!
Pues yo soy tu fiel esposo.
¿Qué puedo hacer…
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Ah! ¡No recibo
ya socorro ni esperanza
de la tierra ni del cielo!
¿Qué puedo hacer sin Eurídice?…
¿A dónde ir sin mi amor?
¿Qué puedo hacer? ¿A dónde ir?
¿Qué puedo hacer sin mi amor?
¿A dónde ir sin mi amor?
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Oh dios! ¡Contéstame! ¡Contéstame!
Pues yo soy tu fiel esposo.
¿Qué puedo hacer…
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Ah! ¡No recibo
ya socorro ni esperanza
de la tierra ni del cielo!
¿Qué puedo hacer sin Eurídice?…
Che faro senza Euridice?
"Orfeo ed Euridice"
C.W. Gluck's
Jennifer Larmore
C.W. Gluck, lideró la lucha contra la dictadura de los castrati que habían convertido la opera en un circo acartonado donde exhibían sus dotes en los trillados convencionalismos del aria da capo. Y mire usted por donde, curiosamente la partitura que ha perdurado en la memoria del público es un aria da capo y que además originalmente fue compuesta para un castrato…
A falta de un castrato, bueno es un contratenor:
Che faro senza Euridice?
Andreas Scholl
Andreas Scholl
O la adaptación para tenor:
Che Faro Senza Euridice
Luciano Pavarotti
Luciano Pavarotti
La versión francesa adaptada para el estreno en la ópera de París:
J'ai perdu mon Eurydice
Maria Callas
Maria Callas
He perdido a mi Eurídice,
nada iguala mi desgracia;
¡Cruel destino! ¡Qué fatal severidad!
Nada iguala mi desgracia;
¡No puedo soportar mi dolor!
Eurídice, Eurídice
responde, ¡qué suplicio!
¡Respóndeme!
Soy tu fiel esposo;
escuchas mi voz que te llama.
He perdido a mi Eurídice, etc.
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Silencio mortal! ¡Vana esperanza!
¡Qué sufrimiento!
¡Qué tormento desgarra mi corazón!
He perdido a mi Eurídice, etc.
Y vuelta a readaptarla para su interpretación por sopranos y mezzosopranos:
Che farò senza Euridice?
Teresa Berganza
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