lunes, 28 de noviembre de 2011

Yo tenia una bicicleta...

Al borde de un camino, llena de hollín y con solo una rueda hay una bicicleta. Marca BH, por algunos restos de pintura deduzco que el cuadro fue un día de color azul eléctrico,  frenos de palanca, solo una corona y un piñón, manillar de paseo, sin sillín. En medio de la ruina, colgado de la parte trasera una cartuchera de cuero casi deshecho y, uno que de natural es curioso, al intentar abrirlo se deshace entre los dedos. Dentro dos llaves de tuercas, un raspador de cubierta, un tubo de pega, los restos de lo que en su día fueron unos parches y una caja de crema "Nivea". Abro con cuidado para que no se deshaga y dentro tres bolindres, "un gordo" de barro y dos bolas de cristal...



Retrato
Antonio Machado

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.








Το ποδήλατο
Κώστας Μακεδόνας
La bicicleta
Kostas Makedonas

Tomo una bicicleta y me marcho hacia lo imposible,
sostengo en la mano la llave,
agarro el manillar y mi pulso va creciendo,
ya he visto esta obra en alguna parte.

Era un pequeño muchachejo de corazón limpio,
tenía mi sueño, tenía mi bicicleta,
y todo parecía estar en orden.

También cuando tenía dieciséis todo estaba bien,
tenía una vida por delante.

Mi bicicleta fue siempre mía
y me llevaba muy lejos
en medio del Sáhara, como el más profundo anhelo
me conducía más allá de la alegría.

Y ahora en la carrera, de nuevo desde el comienzo
fuerza en el pedal, ojalá vengan también los demás,
vayamos pedaleando por encima del sillín
nuestras bicicletas, así como nuestros sueños
ellas conocen nuestras cuestas arriba.




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